jueves, 27 de octubre de 2011

EL FLACO QUE CAMBIÓ LA HISTORIA


Homenaje a Néstor Kirchner a un año de su muerte.

La muerte de Néstor Kirchner fue uno de los golpes más duros que vivió el pueblo argentino. Podría ser esperable, se trataba de un ex Presidente reciente, todavía un actor principal de la vida política del país y hasta un posible candidato a un nuevo período presidencial. Sin embargo, y aunque parezca difícil, Néstor era más que todo eso. Casi un desconocido para la mayoría del país hasta 2003, en siete años se había convertido en una figura trascendente de la vida política. En 2001, amplios sectores ciudadanos habían alcanzado los niveles más altos de desencanto y hastío respecto de las élites políticas. Desde 1983 habían gobernado radicales, peronistas y hasta la alianza con promesas progresistas que integraba al Frepaso. La sensación generalizada de la población era que los partidos políticos y sus dirigentes debían ser reemplazados en bloque. ¡Que se vayan todos! Era el recordado grito popular. Pero la pregunta era obvia: si se van todos, ¿quién viene? Las asambleas populares y los movimientos territoriales debatían la construcción de un nuevo orden político, cercano a la democracia directa. Duhalde pensó en algún momento que la represión era el camino para normalizar el país. El asesinato de Maxi y Darío fue el resultado de tal decisión y se vio obligado a anticipar el llamado a elecciones. En la compulsa de 2003, votó el 78% del electorado y los seis candidatos más votados resultaban del desgajamiento de los dos partidos tradicionales. El voto en blanco alcanzó niveles mínimos. La mayoría de los votantes querían una recomposición política democrática del país.

Con el 23% de los votos y sin la oportunidad del balotaje, Néstor Kirchner entendió el tiempo que le tocaba con una claridad, lucidez e inteligencia memorables. En poco tiempo hizo cosas que muchos pedían, pero pocos creían posible. La renovación de la Corte Suprema, la política de DDHH, el desendeudamiento, la autonomía de las políticas económicas. Entendió que el rechazo popular era el resultado de la incapacidad de la política, de su sometimiento (por convicción o temor) a las corporaciones económicas (incluidas las mediáticas) y no de otra cosa. Le devolvió a la política su capacidad transformadora y con ello devolvió al pueblo el encantamiento político. Néstor tuvo estrategia en su acción política. Avanzó según creía posible, pero nunca dejó de hacerlo. Tuvo convicciones y marcó un rumbo claro. Después podrá discutirse caso por caso, pero le puso dirección nacional y popular al país. En su gestión se recuperó el empleo y la dignidad del salario y llevó a cabo un liderazgo movilizador. Derogó la ley federal de educación, de efectos nefastos para la igualdad de los argentinos. Apostó a la ciencia y la tecnología de un modo inédito en el país. Su posicionamiento latinoamericanista fue notable y decisivo y el rechazo al ALCA tiene valor histórico. Néstor no fue un gran inventor, fue un gran hacedor. Hizo lo que nadie se había animado a hacer hasta entonces. Hay algo claro: jamás aceptó que le dijeran lo que tenía que hacer. Eso solo, en la Argentina del poder económico concentrado que ponía la agenda, vale mucho. Volvió a poner las cosas en su lugar, después de décadas de agenda neoliberal y conservadora. Las cosas que se discuten en la Argentina desde 2003 son casi tan importantes como las que se hacen, porque constituyen su antesala. Es difícil recordar (antes de este período) un debate tan amplio, profundo y progresista en el país. Beatriz Sarlo definió su acción política como fruto de  la audacia y el cálculo. Me parece más justo para su memoria decir que lo fue de la convicción, el coraje y la estrategia. Para los libros de historia, Néstor Kirchner habrá de quedar como el hombre que cambió el rumbo de la historia. Y para más, dejó su vida como ofrenda. ¡Cómo no recordarlo con afecto, honra y agradecimiento! 

Nota publicada en ElArgentino.com (27/10/2011)

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